jueves, 14 de julio de 2011

La falsa revolución




Durante el último tiempo nuestro país ha sido escenario de un aparente despertar de las masas. Primero con las protestas contra la central hidroeléctrica de Hidroaysén en las que históricamente participaron miles y miles de personas en todo Chile. Luego las protestas estudiantiles calificadas también de históricas porque las demandas que ellos hacen exigirían un cambio radical en el sistema educacional, y paralelamente tuvimos el caso de La Polar, gracias al cual se conocieron las detestables y abusivas prácticas en desmedro de los consumidores. Pero, analicemos por punto desde otro punto de vista distinto al que nos dan los medios:
1.- En el caso de Hidroaysén, vamos descubriendo que el movimiento no tiene un origen tan ciudadano como parece, ya que la mayoría de las ONG que luchan contra Hidroaysén están financiadas por empresarios extranjeros como Douglas Tompkins. ¿Será que nos tienen que “financiar” para que nos movamos y si no no resulta? Y por otro lado, ¿Cuál es la real motivación de Tompkins? ¿Que no se destruya la Patagonia “chilena”, que ya no es tan chilena sino de unos pocos inversionistas extranjeros? (si cree que exagero lea sobre el proyecto Andinia) ¿No será que no quieren que le instalen la planta en su zona porque no les conviene a ellos y nosotros les compramos la pomada?.
2.- Caso La Polar: Indignados estamos todos con la avaricia de estas empresas que nos estrujan sin piedad, pero la verdad es que nosotros mismos permitimos que nos estrujen pues nuestra cultura consumista y arribista nos empuja a querer tener lo que no podemos, y caemos en el juego que nos termina perjudicando. ¿Por qué te sientes obligado a tener un plasma en tu casa si tu sueldo no te lo permite? ¿Porqué hay personas que se endeudan hasta 8 veces su sueldo? Otra vez el lucro, de parte de las empresas y de los consumidores, que creen equivocadamente que ganan un status con sus compras.
3.- Sigamos con el tema más importante, educación: Movimiento estudiantil que promueve el cese del lucro en la educación, es decir, que las universidades ya no ganen por prestar el servicio de educar… pero…yo veo que los apoyan los profesores… los mismos que se protegen en el estatuto docente que no permite dar una educación de calidad, (en donde nada tiene que ver el lucro sino la capacidad y la vocación de los que enseñan) ,¿Los mismos que no quieren que se los mida con pruebas y se les exija? ¿Los mismos que sí defienden su propio derecho al lucro cuando se paralizan al no recibir los beneficios que ellos esperan y no les importa dejar a sus alumnos sin clases? (no me refiero a todos por supuesto, hay profesores de sacarse el sobrero ante ellos, pero convengamos en que no son todos).
Sigamos con los parlamentarios que ahora salen a protestar con los estudiantes… mejor ni hablar ¿cierto? ¿No los elegimos para que justamente legislen sobre temas como estos? Muchos de ellos sacan provecho personal de la situación (osea, lucro de nuevo por que esperan ganar votos y ser reelectos) porque creen que la imagen del gobierno se debilita con estas protestas y la oposición se “fortalece”, pero, ¿No tuvieron Quorum para hacer estas reformas y aún así no lo hicieron? Ufff!.
Vamos ahora con los estudiantes. ¿Importa realmente tener la mejor formación profesional o importa tener el título universitario a toda costa para subir el status? Y si logramos que la educación superior sea gratuita… ¿Será que nos devolverán la mano y se convertirán en médicos que atenderán gratuitamente a nuestra gente humilde y acabaremos con las listas de espera en los hospitales? ¿O defenderán a las víctimas de la usura de las multitiendas en vez de defender a los gerentes? ¿Esta es una lucha contra el sistema o para subir de escalafón en el sistema? ¿Qué cree usted?. Lo más probable es que esos jóvenes cuando se reciban sean empresarios como los de La Polar… y el círculo vicioso continuará… puesto que estamos ante un falso despertar de las masas, ya que seguimos movidos por la programación mental del exitismo y el egoísmo. Cuando nos demos cuenta de eso, es que habremos despertado en realidad, dejaremos de consumir cosas que no necesitamos, dejaremos de votar por personas que en realidad no nos representan, los padres inculcarán a sus hijos verdaderos valores y el sistema dejará de exprimirnos, simplemente porque ya no podrá hacerlo. Para eso falta mucho, y hay que darse cuenta para hacer los cambios de fondo. Mientras tanto, no le quepa la menor duda de que el empresariado sabrá sacarle provecho a todo, incluso a las protestas.

El silencioso monopolio de los transgénicos. ¿Están informados nuestros agricultores?



(columna publicada en el Diario El Observador de Aconcagua en junio de 2011)

Vivimos en una zona mayoritariamente agrícola y la producción de alimentos genéticamente modificados (GM) debería ser un tema relevante para nosotros, sin embargo aún no se habla abiertamente del tema en nuestra zona , no así en Santiago o en redes sociales. ¿Será que nuestros agricultores no están informados del tema? ¿Será que los medios de comunicación locales no le han dado importancia? En definitiva, ¿Sabe usted lo que son los transgénicos?
Estos alimentos se promueven como la solución a la crisis alimentaria mundial. También se promueven porque supuestamente incrementan el potencial de producción, disminuyen el uso de pesticidas, son más baratos y seguros de consumir. Pero hay quienes manifiestan lo contrario, como el Dr Doug Gurian-Sherman: “Seamos claros. Hasta este año 2008, no ha habido cosechas GM comercializadas en el mercado que hayan sido modificadas para resistir sequías, reducir la contaminación por fertilizantes o para ahorrar suelo. Ninguna.”. Pero lo más importante de todo esto es que estos alimentos, que son genéticamente manipulados, inclusive se les incorporan virus y bacterias, y los efectos sobre el ser humano a largo plazo son desconocidos.
Sumemosle a ello que la empresa de transgénicos está en manos de una multinacional monstruosamente poderosa, la conocida Monsanto, dueña del 90% del mercado de las semillas GM, conocida por su aplastante poder económico y también por sus engaños.
¿Que pasa con los pequeños agricultores? Pues se entusiasman con la compra de estas semillas, que ofrecen ser más baratas y más resistentes, pero por otro lado al adquirirlas viene endosada la compra de fertilizantes y pesticidas de la misma marca, y está comprobado que los cultivos transgénicos contaminan a los cultivos orgánicos a sus alrededores, haciendo perder dichas cosechas, es más, los terrenos sembrados con semillas transgénicas nunca más pueden ser utilizados para cultivos orgánicos.
Como si esto fuera poco, las semillas trangénicas producen frutos que no dan semillas, ¿Cual es la intención? pues que el agricultor tenga que comprar una y otra vez, de por vida, las semillas a la empresa. Conocida fue la ola de suicidios en la India, entre agricultores de algodón, quienes compraron el sueño de la superproducción y descubrieron la cruda realidad, y luego de endeudarse para comprar semillas por segunda vez, muchos se quitaron la vida. Así es, bienvenidos al monopolio de las semillas, de los alimentos, de la vida misma, al cual estamos entrando en nuestro país gracias a la firma del convenio UPOV-91, que permite que grandes transnacionales, como la mentada Monsanto (representada en Chile por el padre de Ena Von Baer), tenga ahora patentadas semillas autóctonas como la Murta y el Canelo.
Es mi intención dejar la inquietud sobre este tema. Existen jóvenes de nuestras comunas, de Catemu, Limache, Quillota, que pertenecen a colectivos ciudadanos como Chile Sin Transgénicos, La Revolución de la Cuchara o Tierra Nueva, quienes difunden esta información y están recopilando firmas para que proyectos de ley como el de Bioseguridad ( que busca permitir la producción de transgénicos para venta local) no se promulgen, o por lo menos, que la comunidad se entere de qué es lo que nuestros parlamentarios discuten a puerta cerrada en el Congreso, mal que mal, se trata de lo que damos de comer a nuestros hijos, y se trata de nuestros agricultores, que podrían quedar atrapados sin salida en las garras de las grandes transnacionales.