viernes, 9 de septiembre de 2011

La misión del Halcón




Recuerdo un día que caminaba por Avda. Providencia, un amigo me llamó por teléfono y me dijo: “¡Empezó la tercera guerra mundial! ¡Bombardearon el Pentágono y las torres gemelas! Yo me reí de la pesada broma, caminé un poco más y llegué a Almacenes París del metro Los Leones, había un tumulto de gente viendo la televisión… me acerqué y vi humeando una torre que había sido impactada por un avión comercial. Seguramente usted también recuerda nítidamente donde se encontraba ese fatídico 11/S o el 27/F, días que nos han conmocionado de alguna manera y estoy segura de que a la lista se suma este 2 de septiembre, y que en su memoria quedó grabado el criticado, pero lamentablemente acertado titular de Las Ultimas Noticias que decía: “El último vuelo del Halcón”. Hoy nos encontramos viviendo un luto nacional, el ambiente es de tristeza absoluta. Definitivamente, la muerte cada vez que aparece nos pilla desprevenidos y nos golpea tan fuerte como puede, pero en este caso, el golpe fue más fuerte y doloroso que nunca. No habría sido lo mismo si en el avión hubiesen ido pasajeros desconocidos. Habría sido igualmente un duelo nacional, pero por respeto y solidaridad. Dicen que todo en esta vida pasa por algo, que cada uno de nosotros tenemos una misión en esta vida. Hoy, se me hace imperativo hablar de la misión del Halcón y su último vuelo. Felipe en sus comienzos era asistente de producción. ¿Qué habría pasado si no hubiera tenido la valentía de aceptar el desafío de animar un programa? ¿Qué habría pasado si hubiera seguido patrones impuestos por otras personas? Si en vez de hacer lo que realmente le gustaba, como vivir en una parcela, rodeado de animales y árboles, hubiese decidido seguir el ritmo de vida de fiestas y escándalo del ambiente farandulero, si no hubiera sido un hombre extraordinariamente disciplinado y proactivo, consecuente con sus ideas, habría sido un animador más y no el personaje querido, respetado y admirado justamente por su forma de vivir la vida auténticamente. No era el típico animador “políticamente correcto” que quiere quedar bien con dios y con el diablo para no perder popularidad, el decía su opinión en temas controversiales que otros esquivaban (como en el caso de su apoyo a los estudiantes o su interpelación a Hinzpeter pidiéndole que el gobierno no aprobara Punta de Choros. “Yo prefiero ser un feliz casado a los 45 que separado a los 35”, dijo cuando le preguntaron por qué aún estaba soltero. El ermitaño, le decían algunos, porque le gustaba pasar los fines de semana en su parcela con sus animales. Ese conjunto de decisiones y el talento como comunicador que lo hizo entrar en cada uno de nuestros hogares y corazones, hacen que hoy los chilenos estemos viviendo algo que nunca antes habíamos vivido. Por eso, hoy entiendo que la vida de Felipe fue la antesala para este día 2 de septiembre en el que dejó este mundo de la manera más trágica, para entregarnos a cada uno de nosotros un tremendo regalo. Remeció nuestras conciencias, nos sacó del letargo y de la apatía y nos obligó a conectarnos espiritualmente unos con otros. Felipe nos dijo con su partida: “Atrévanse a hacer realidad sus sueños, crean en sí mismos y dejen un legado en este mundo”. Yo recibí el regalo del Halcón y comienzo hoy a darle de esta manera las gracias a él y a los 20 que lo acompañaron en el vuelo más triste, pero más valioso de la historia de nuestro país.